CUENTOS INVENTADOS.


EL ARBOL DEL DINERO


Un dia en una casa muy lejana habia un niño que tenia el arbol mas bonito del pueblo se lo regalaron para su cunpleaños a el no le gusto pero acabo del tiempo le fue gustando por que de una mañana a otra al arbol le crecia dinero pero de todas maneras al niño le gustaba un arbol marmal y corriente como los que tenian sus amigo ,un dia penso en benderlo pero su madre le dijo , que por que lo hiba a bender que era el mejor arbol del pueblo,al final acabo del tiempo el niño aprendio que es mejor un arbol normal que un arbol que echa dinero.


 EL HUEVO AZUL


La abuela de Federico compró media docena de huevos blancos en el mercadito y los acomodó en la huevera de la heladera. Por la mañana, mientras se preparaba su tecito con leche para el desayuno, se dio cuenta de que uno de los huevos que hasta el día anterior había sido blanco, ahora era de color azul.
La abuela agarró la bolsa de los mandados, se puso el huevo en el bolsillo del abrigo y se fue para el mercadito a hacer el correspondiente reclamo.
Después de explicarle a don José tamaña desgracia, sacó el huevo del bolsillo, y grande fue su sorpresa cuando, al mostrarlo, el huevo había vuelto a ser blanco.
Don José miró a su señora, que encogió los hombros y la sra. de don José miró a la abuela que tenía la boca abierta grande, muy grande.
- Bueno -dijo la abuela-, me habrá parecido... Y se volvió a su casa a guardar el huevo en la heladera.
A la mañana siguiente… otra vez el huevo estaba de color azul.
Poquitos minutos demoró la abue en llegar a lo de don José, pero cuando llegó, el huevo otra vez estaba blanco.
Lo mismo ocurrió día tras día. La abuela que ponía el huevo blanco en la heladera y éste que amanecía azul y cuando iba al mercadito a mostrárselo a don José llegaba de color blanco.
La abuela decidió cortar por lo sano.
El lunes abrió la heladera, y al ver al huevo azul entre los otros blancos, dijo con voz enérgica, pero no enojada:
- ¿Se puede saber por qué te guardo blanco y amanecés azul...?
Desde la huevera de la heladera salió una voz muy suavecita que dejó escapar un...
"Me pongo azul porque tengo frío, mucho frío", mientras le castañeteaban los dientes.
La abuela cerró la heladera, salió corriendo y volvió a las dos horas con una hermosa bufanda roja y blanca y un gorro azul con una borla roja, y se los colocó al huevo.
Hace dos años que el huevo vive en la heladera de la abuela y ya no amanece azul.

EL CARAMELO.



- Envido -dijo el Yaguareté-.
- Falta envido y truco - contestó el Oso Hormiguero- y agregó - quiero ver ¡Quiero veeeeeeeer! - al darse cuenta de que el Guepardo había dudado.
- Paso el primero y voy al segundo - dijo el felino y tiro un cuatro de copas. El Oso Hormiguero mató con un ancho, tiró el siete de oro y esperó.
El Yaguareté puso el siete de espadas sobre el tronco que hacía de mesa, y por la expresión de su cara se notó que era la única carta que había ligado. El Oso Hormiguero también se dio cuenta y ya relamiéndose por el triunfo que iba a obtener volvió a gritar:
- ¡Truco, dije, truco…! Esto está más pensado que partida de ajedrez,
- ¡Truco, dije trucoooooooooo! - Repitió.
El Yaguareté resignado tiró el dos de basto, se cruzó de brazos y se dispuso a escuchar el final de la partida que presentía- iba a ser más o menos así.
- El señor termina de tirar un dos de basto, -dijo socarronamente el Oso Hormiguero- y preguntó en voz alta ¿Quién tiene la carta que mata a esa carta que está indefensa sobre la mesa...?
Y justo antes de que el Oso Hormiguero consumara su acto una voz lo interrumpió diciendo:
- No sé si la carta, pero el que tiene el arma que mata todo lo que hay sobre la mesa y alrededor de ella soy yo, - dijo el cazador.
El macho cayó sobre la mesa decretando el final de la partida.
- Bueno dijo el Cazador- despacito y con las manos sobre la cabeza se me van yendo cada uno para su casa, menos vos Yaguareté, con vos tengo que discutir unos asuntos de negocios.
- ¿Queeeee, que, que, quequeque, nene, nene, negocios? - Preguntó el Yaguareté tartamudeando.
- Sobre unos tapados y unas carteras... esas cosas - dijo el Cazador.
- De ninguna manera, primero vamos a jugar una partida de truco, usted y yo... bueno… suponiendo que no tiene miedo. - Añadió despectivamente el Oso Hormiguero.
- ¿Miedo yo? ¿Quién tiene el arma? - Dijo el Cazador aceptando.
- Bueno, pero si lo vamos a hacer hagámoslo bien - dijo el Oso.
- Vos Monito, presentá la partida.
El Monito, que se había colocado una mariposa negra en el cuello a modo de moño, parándose solemnemente sobre el tronco gritó:
- En este rincóoooooon, oriundo de este monte chaqueño y en defensa del prestigio del mismo, el Oso Hormigueroooooooooooooooo ¡Fuerte ese aplauso!!!
- ¡Ehhhhhhhhh! ¡Bravo! ¡Ídolo! - Se escuchó desde la improvisada platea.
- Y en este rincón, ¡El retadooooooorrrrr! ¡El señor Cazadoooooor! Llegado directamente de la gran ciudad para este match.
- ¡Fuiiiiiiiiii, fuira bicho, uhhhhhhhhh! Rugió la tribuna.
- ¡Bueno basta! - gritó el Cazador levantándose de su asiento y tirando un tiro de escopeta al aire, que le silbó en la oreja al Loro e hizo desmayar del susto al Yacaré.
- El silencio fue fantasmal, y cuentan que en los primeros movimientos de la partida - mientras se repartían las cartas - se podía escuchar desde muy lejos el sonido de éstas deslizándose por el tronco.
Le tocó dar al Cazador, juntó sus cartas y dijo:
- A una mano.- Y añadió: - Escucho.
- Todo muy lindo - dijo el Oso pero… pero…
- ¿Pero qué? Dijo el Cazador.
- Juguemos por algo, algo que duela - añadió.
- Bueno, de acuerdo.- Dijo el cazador. - Si ganás dejo libre al Yaguareté y si perdés te llevo. Es una cosa que duele ¿no?
- Sí, - dijo el Oso- y orejeó sus cartas. Los que estaban atrás sonrieron para adentro, el peludo animal, había ligado, tenía un seis de espadas, el siete de espadas y el macho. Era imposible que perdiera.
- Escucho - volvió a decir el cazador- y el Oso muy calladito tiró el seis de espadas.
- Lo quiere hacer picar pensaron todos.
- Envido - dijo el Cazador.
- No quiero - contestó el Oso, y todos se miraron.
- Truco entonces - dijo el Cazador, y nuevamente el Oso dijo muy rápido:
- No quiero dando con eso por concluida y por perdida la partida.
- En fin -dijo el cazador- pensé que iba a ser más difícil pero bueno, así son las cosas. Ahora además de cartera y abrigo voy a tener una alfombra de Oso Hormiguero.
Todos los presentes tragaron saliva por el miedo y se fueron. En el claro del bosque, sólo quedaron cazadores y cazados, frente a frente.
El Yaguareté miró al Oso Hormiguero, y se le cayó una lágrima. El Oso Hormiguero miró al Yaguareté y le guiñó un ojo, y despacito, muy despacito, le dijo:
- Cuando yo diga "Ahora", vos corré.
El Cazador les apuntó y preguntó:
- Hay algo que quieran hacer antes de… bueno, ustedes saben...
- Si -dijo el Hormiguero- quisiera comer un caramelo.
- Bueno -dijo el cazador-. El Oso Hormiguero metió la mano en el bolsillo de su piel y sacó una bochita oscura, la miró y se la metió en la boca…
- Hummmmm ¡Qué delicia! - dijo.
- ¿Tan rico está? - Preguntó el Cazador.
- ¿Quiere uno? Le preguntó el Oso.
- Y bueno - dijo el Cazador.
Entonces el Hormiguero sacó otra bolita oscura de su bolsillo, se la tiró al Cazador y cuando éste la tomó entre sus manos la bolita se desarmó en miles de hormigas coloradas que comenzaron a subírsele por los brazos, el cuello, la cara, el pelo, por todos lados. El Oso Hormiguero gritó:
- ¡Corré! - Y los dos desaparecieron en el monte frondoso y pararon recién a muchísimos metros de allí a tomar aire y a escuchar los gritos del Cazador tratando de sacarse de encima a las hormigas.
El Yaguareté le dio la mano al Oso, y se despidieron hasta la próxima partida.
Esto ocurrió un 20 de julio de hace muchísimos años, por ahí dicen que el día del amigo se festeja por la llegada del hombre a la luna, por ahí dicen que el día del amigo se festeja por la valentía del Oso Hormiguero que arriesgó su vida por el Yagaureté. Quién sabe.